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ORIGENES.

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EYELEES JACK.

“Jack era un adolescente que trabajaba en un periódico local. Un día, su jefe anunció que Estados Unidos había entrado en la Segunda Guerra Mundial y Jack se dignó a inscribirse en el ejército para luchar por su país.

Al poco tiempo se hizo amigo de un inglés llamado Louis, que también se había alistado allí, ya que su pueblo había sido atacado y tenía la necesidad de defenderlo.

Jack y Louis se hicieron mejores amigos, y todos los demás soldados empezaron a llevarse muy bien. Incluso llegaron a llamarse entre ellos hermanos.

Los jóvenes estaban a punto de lanzarse hacia las líneas enemigas, pero el lado enemigo se movió antes. Un gas venenoso fue arrojado alrededor de la base, provocando que Jack se quedará ciego. Durante el alboroto, Louis recibió un disparo.

Ambos fueron enviados a un hospital a unos pocos kilómetros de distancia. Jack empezó a llorar por el dolor que sus ojos le causaban, por lo que los médicos tomaron una medida drástica y le quitaron los ojos. 

Aun estando ciego, Jack se negaba a abandonar a su preciado amigo. Louis estaba siendo atendido por una enfermera llamada Betsy, quien, nacida en Estados Unidos, se había trasladado a Noruega para ayudar a los soldados heridos. Ella no pudo salvarle la vida a su amigo. Louis agarró la mano de Jack y unos minutos después la soltó. Dio su último aliento en esa cama, como si se fuera a dormir. 

Jack quería llorar, pero ya no tenía ojos para poder hacerlo, así que se mordió el labio hasta que le sangró. Los médicos apartaron el cuerpo de su amigo y lo llevaron a enterrar; él se quedó durmiendo en esa habitación durante 3 días. 

Al día siguiente, el médico le leyó un telegrama de Betsy, indicando en donde habían enterrado los cuerpos de los soldados muertos. Jack, una vez en el lugar donde habían sepultado a Louis, se despidió y volvió a su hogar en Estados Unidos.

Pero solo más tristeza le esperaba allí. Cuando llegó, su madre lo recibió con lágrimas al ver que él ya no tenía ojos. Jack le preguntó si algo más había ocurrido para que estuviera así, siendo ella normalmente tan alegre y llena de tanta energía. Ella le dijo que Marcos, el hermano de Jack que trabajaba en una fábrica, había muerto a causa de unas partículas impregnadas en el aire.

Una semana más tarde, Jack lamentó la pérdida de su madre, que probablemente murió por esa gran tristeza. Él se había quedado solo. Su padre había muerto de tuberculosis cuando él tenía cinco años. Y ahora Louis, Marcos y su madre también habían muerto. No había nadie allí para guiar a este hombre ciego, para consolarlo, siquiera para darle algo tan importante como un abrazo.

Una noche, Jack caminó alrededor de su antigua habitación hasta que llegó a un viejo escritorio de madera donde guardaba un arma. Estaba cargada y lista para disparar, por si en algún momento entraba un ladrón y trataba de hacerle daño a él o a su madre, pero ella se había ido. Solo había un uso para ese arma ahora. Jack abrió la boca, apuntó con la pistola en la garganta y apretó el gatillo.

Sus cuerdas vocales y la tráquea fueron destrozadas en un milisegundo. Su cuerpo cayó al suelo, pero, para su sorpresa, seguía vivo. El destello repentino de los disparos le había provocado algo en su mente que le hizo olvidar todo lo que le había ocurrido antes de su muerte.

Estaba confundido en cuanto a por qué lo había hecho. Incapaz de escapar, se quedó en la casa esperando una respuesta, hasta que, al recordar la Segunda Guerra Mundial, los soldados y lo demás, perdió la cabeza.

SALLY WILLIAMS.

El sol como siempre, calentaba la piel; las ligeras brisas que recorrían el barrio, apaciguaba el calor y frío, por lo que el clima era perfecto. Un verano que Sally jamás olvidará. Sally era una niña de 8 años, tenía el cabello largo y rizado, con ojos verde claro. Era una niña muy educada, alegre y obediente. Sus padres la adoraban, no podían pedir más de ella. Sally reía mientras jugaba con sus amigos afuera de su casa, jugaban a la rayuela, a las muñecas y las etiquetas. Su madre la miraba desde adentro, limpiándose las manos con su delantal, gritándole:

-“¡Sally, cariño! ¡Es hora de que comas tu almuerzo!”

Sally levantó la vista de su juego sonriendo -“Está bien mamá”- sentándose en la mesa muy emocionada.

Su madre le coloco un sándwich de mantequilla, unos bastones de zanahoria, un apio al lado y un zumo de naranja.

-“Gracias, mami."- dijo Sally.

-“De nada, cariño.”- contestó su madre.

La niña empezó a comer, mientras su madre se sentaba a su lado sonriendo le dijo -“¿Adivina qué...? Tu tío Johnny viene de visita.”- Ella le sonrió con las comisuras de la boca llenas de comida.

-“Mmm... ¿Tío Johnny?”- repitió Sally con su boca llena mientras la madre se reía de ella asintiendo con la cabeza.

-“¡Aja! Él viene a ayudar a tu padre con un trabajo y también a cuidarte, tal vez podamos ir a la feria juntos.”-

Sally masticaba rápido lo que quedaba en su plato.

-“¿Sara y Jennie también?”- pregunto Sally.

La madre levantó la vista pensativa -“Depende de lo que digan sus padres, si pueden, sí.”-

La niña sonrió y saltó de su asiento nuevamente. Este verano lo pasaría genial. En el transcurso de los días el tío Johnny llegó a la casa de su hermana. Salió de su coche estirando su cabeza y dando un suspiro de cansancio.

-“¡Tío Johnny!”- gritó llamando su atención y corrió hacia sus brazos, quien le respondió: -“¡Hey, Sally! ¿Cómo estás?”-, levantándola y abrazándola apropiadamente; la niña sonrió e intercambió miradas con sus amigas.

-“Estaba jugando con Sara y Jennifer, ¡mamá esta adentro, vamos a decirle que llegaste!”- dijo Sally-

-“Suena bien”- respondió Johnny.

La baja y caminan hacia la casa, llamando desde afuera a la madre.

-“¡Hey, Marie! ¡Ya llegué!”-, mientras Sally iba hacia dentro.

-"¡Mamá! ¡Ya está aquí!"-

La madre salió de la casa corriendo de la cocina y sonrió al ver a Johnny.

-“Johnny, ¿has llegado bien?”-

El hombre puso la niña en el suelo y le dio una palmada, y abrazó a la mujer.

-“Por supuesto que sí. ¿Por qué si no iba a venir aquí sano y salvo?”-

Se echó a reír y caminó hacia la cocina con la mujer. Luego Sally corrió hacia la puerta, gritando que volvería a jugar.

-“¡Asegúrate de entrar antes de que oscurezca!, no quiero que te pase nada”-

-“¡Sí, señora!”-

Y la niña se fue.

A la hora de la cena, el padre de Sally llegó a casa, feliz de ver a su hermano en su casa. Caminando con su hija, se acercó a Johnny con un apretón de manos y un abrazo.

-“Encantado de verte hombre, ¿Cómo estás?”- le preguntó cruzando los brazos, mirando a su esposa poner la mesa. Johnny se encogió de hombros, jugueteando con sus pulgares.

-“Me separe de Karen.”-

-“Oh, eso es terrible, lo siento...”-

Johnny meneó la cabeza con una sonrisa.

-“No, está bien. Estoy contento, me puedo mover libremente sin tener a alguien constantemente queriendo saber dónde estoy y lo que hago.”-

Los dos hombres rieron juntos, sentándose en la mesa para comer. 

-“Mmm, Marie, esto sabe maravilloso.”-

-“Gracias, me alegro de que te guste.”-

-“Mmm~, ¡está delicioso mamá!”-

Los adultos sonrieron y se rieron del cumplido de la niña.

Los platos se empezaron a vaciar, y Sally empezó a bostezar una y otra vez, frotándose los ojos con sus manos. Su madre sonrió y le frotó suavemente la espalda.

-“Parece que alguien está cansada, ¡hora de ir a dormir!”- le dijo su madre.

Sally asintió y saltó de su asiento, recogiendo su plato y llevándolo al fregadero. Su madre se levantó para llevarla a la cama, pero Johnny la detuvo jalándola del brazo.

-“Yo la llevo”-, dijo sonriendo.

-"Muy bien, gracias John.”-

El hombre asintió con la cabeza, mirando a la mujer y llevó a la joven a su habitación. John sonrió y cerró la puerta detrás de él, mirando el pequeño desorden de la niña.

“¿Necesitas ayuda?”- le preguntó, mirando a la niña, la cual también lo mira asintiendo.

-“Está bien, vamos a ver lo que tienes.”-

El hombre comenzó a buscar entre sus pijamas.

-“¿Tienes alguno de fresas? Apuesto a que vas a oler igual que ellas en tus sueños."-

Él tomó la camisa y se la mostró, inhalándolo un poco. Sally rió y negó con la cabeza para indicar que no quería llevar su pijama de fresas. Johnny asintió con la cabeza, puso la camisa de nuevo en su sitio y sacó una camisa con un unicornio.

-“¿Qué tal este? Apuesto a que vas a montar en unicornio, señorita.”-

Una vez que la niña se rió y negó con la cabeza. El hombre soltó un pequeño gruñido antes de colocarlo de nuevo. Luego sacó un camisón blanco.

-“¿Qué tal esto? Te convertirás en una princesa.”-

Los ojos de Sally se encendieron y dio una palmada con entusiasmo y asintió. Colocó el vestido en la cama, él se acercó a ella y comenzó a desabrocharle la camisa.

-“Puedo vestirme sola, tío”- dijo con una sonrisa, mirando hacia abajo. El hombre sonrió y asintió con la cabeza, sin dejar el trabajo a medias.

-“Apuesto a que puedes, pero estás cansada, y ¿por qué no te puedo ayudar?”- le preguntó, mirando a Sally cabecear un par de veces.

Una vez consiguió desabrochar la camisa, él se la deslizó por sus hombros y le dio un codazo en la panza, haciéndola reír.

Él sonrió y cogió el borde de sus pantalones cortos y tiró hacia abajo. Finalmente, el hombre agarró su camisón y empujó la apertura por encima de su cabeza, asegurándose de que sus brazos podían pasar por las mangas.

-“¡Ya está!”- dijo alegremente, mirando la sonrisa de la niña de nuevo, riendo mientras llegaba a la parte superior de la cama.

Johnny se levantó y recogió su ropa, la puerta se abrió y entró la madre de Sally.

-“¿Estás lista para dormir?”- dijo. Johnny se levantó y corrió hacia el otro lado de la cama.

-“La voy a recostar, ¿te parece bien?”-

Marie lo miró y sonrió moviendo la cabeza.

-“Claro que sí.”-

Miró a su hija, se inclinó y la besó en la frente.

-“Buenas noches, mi amor.”-

-“Buenas noches mamá”- dijo la niña dándose un masaje suave con el dedo pulgar en la frente. La mujer tomó la ropa y Johnny la hizo salir de la habitación.

Johnny le sonrió a la madre y se acercó al interruptor de la luz, apagándolo; luego cerró cuidadosamente la puerta de la habitación con llave y miró por encima del hombro a Sally. Johnny tenía una sonrisa escalofriantemente retorcida.

Al paso de los días, Marie observó que Sally no actuaba con normalidad: ella no sonreía tan brillante como antes, no mostraba alegría ni hablaba con la misma cantidad de felicidad. Marie tomó la mano de la niña, antes de que esta se fuese a jugar con sus amigos, y se la llevó a un lado.

Sally miró a su madre con una mirada confusa.

“Cariño, ¿te sientes bien?”, preguntó, arrodillándose para estar a la altura de su hija. Sally miró distraídamente, y poco a poco comenzó a llorar.

Su madre abrió los ojos, confundida.

-"¿Sally?"-

-“M-mamá... Yo... Yo no quería t-to...”- alcanzó a decir la niña con ataque de hipo.

-“¿No querías hacer qué, amor?”-

-"Yo no quería jugar... Yo no quería jugar su juego...”-

Sally miró a su madre y la abrazó con fuerza.

-“Él m-me tocó... Y me hizo toc-carlo.”-

Marie frunció el ceño y comenzó a acariciarle suavemente el cabello, consolándola.

-“Shhh... no pasa nada, mamá está aquí ahora, fue una pesadilla, eso es todo. Todo está bien ahora, ¿de acuerdo? No te preocupes por eso.”-

Miró a Sally, que estaba a punto de llorar, y sonrió.

“-B-bien mamá...”-

Su madre sonrió y la besó en la frente.

-“Ahora ve a lavarte, no querrás ir a jugar con la cara sucia.”-

Sally soltó una risita y salió corriendo al baño a lavarse la cara. Más tarde ese día, Johnny y su hermano regresaron a la casa a continuar el trabajo. Frank suspiró, sonriendo cuando vio a Sally.

El padre le devolvió el saludo, cerró la puerta del coche y caminó hasta la casa. Johnny miró a Sally sonriendo, saludando a la niña. Su sonrisa se fue marchitando lentamente, mostrando menos felicidad en ella, pero le devolvió el saludo también. Johnny también entró en la casa, y se detuvo cuando escuchó la conversación entre su hermano y su esposa.

-“Sally, ¿qué?”- Preguntó Frank.

-“Ella tuvo una pesadilla, una muy mala y me dijo: “Él me tocó.”-

-“Bueno, ¿quién diablos es "Él"?”-

-“No lo sé, Frank... Solo fue una pesadilla, quería informarte de lo que ha estado pasando con ella y por qué está actuando diferente."-

Johnny frunció el ceño con ira, con los nudillos volviéndose blancos, después se calmó rápidamente, puso una sonrisa, y entró en la habitación.

-“Vaya... ¿Interrumpí algo?”- les preguntó, mirando a la pareja sacudiendo sus cabezas. Johnny sonrió de nuevo, señaló al coche.

-“Voy a ir a la tienda, ¿necesitas algo, Marie?”-

La mujer sonrió y miró hacia la cocina. -“Sí, en realidad. ¿Me puedes conseguir algunos huevos, leche, pan y zumo?”-

Johnny asintió con la cabeza, a punto de salir hasta que se detuvo.

-“Sally quería venir también, solo quería informarte”.-

Marie sonrió, -“Gracias, John.”-

Él asintió de nuevo y se dirigió fuera de la casa con las llaves en mano, mirando a Sally con sus amigos.

-“Sally”-

Ella levantó la vista hacia él y lo miró fijamente.

“¡Vamos a comprar!”

John se dirigió hacia el coche, haciendo un gesto a la chica para que lo siguiera. Sally se sentó allí por un momento, luego puso sus muñecas sobre la hierba.

-“Voy a dar una vuelta, por favor, cuiden a Mazapán y Lily."-

Jennie y Sarah sonrieron y asintieron con la cabeza. Sally se dirigió de mala gana al coche y subió al asiento de pasajeros.

-“¿Sabe mamá que iré contigo, tío?”- preguntó ella. Johnny asintió con la cabeza y puso las llaves en el encendido, arrancándolo y salió de la calzada.

-“Sí, ella quiere que compremos cosas para la comida, tal vez pueda conseguir algo.”-

Él sonrió mirando a la niña. Sally sonrió nerviosamente y miró hacia delante, observando el paisaje. Tan pronto como llegaron a la carretera que va a la tienda, Sally se dio cuenta de que no se detuvo al estar enfrente de la tienda. Ella frunció el ceño confundida, y alzó la vista hacia él.

-“Tío Johnny, te acabas de pasar la tienda...”- dijo apuntando en la dirección a la tienda de alimentos integrales.

Pero él no habló, solo siguió conduciendo, con una sonrisa muy leve en su cara. La niña se sentó y miró por encima del asiento trasero, mirando a la tienda poco a poco cada vez más pequeña hasta que se perdió de vista. Al darse cuenta de que no iban al supermercado, la niña vio que el tío aparcó en un parque que había cerca de la ciudad, pero nadie salía al parque los domingos.

Sally se puso nerviosa, su respiración se aceleró, mirando al hombre con ojos muy abiertos. Johnny apagó el motor, mirándola, la ira se mostraba en su rostro.

-“Te dije que no le digieras nada a mamá, ¿no?”- Le preguntó, mirando a la niña negando desesperadamente con la cabeza.

-“No estás jugando el juego correctamente, Sally.”-

El hombre se acercó y sacó a la niña del auto.

-“Dijiste que jugarías conmigo Sally, me mentiste.”-

Abrió la puerta del coche a su lado, saliendo junto con ella y la empujó al suelo.

-“Uno tiene que ser castigado por romper las reglas”- dijo Johnny desabrochándose el cinturón.

.

.

.

Una pareja encontró el cuerpo de una niña de 8 años en el parque de la comunidad a las 9 p. m. Era Sally Williams.

“Podría haber jurado que cerré la puerta antes de meterme en la cama, supongo que se me olvidó...”

El adolescente caminó por la habitación y cerró la puerta. Antes de que pudiera acostarse de nuevo y tan pronto como se cubrió, las piernas se le congelaron al oír el leve sonido de un llanto, sonaba como un niño.

Se levantó poco a poco de la cama una vez más, se dirigió a la puerta y la abrió. El llanto parecía ser más fuerte fuera de su habitación. Miró hacia abajo en la oscuridad y se arrastró por el pasillo, siguiendo el sonido de los gemidos. Una vez llegando al final del todo, se quedó sin aliento. Sentada en el suelo, delante de la ventana iluminada por la luna, era una niña, encorvada, llorando.

Tragó saliva y tomó la palabra. -“Quién... ¿Quién eres? ¿Cómo te metiste en mi casa?”- le preguntó a la niña.

De pronto, el llanto se detuvo; la niña movió lentamente sus temblorosas manos lejos de su cara y miró detrás de ella, retorciéndose ligeramente. La sangre sustituyó sus lágrimas, manchando sus manos.

Ella estaba impregnada de sangre, el pelo a un lado de su cabeza, el goteo de sangre de la herida en su rostro y su ropa sucia. A través de los brillantes ojos verdes parecía que se veía su alma.

-“Esta es mi casa...”- Habló con voz ronca, sonando como si estuviera luchando para hablar.

El cuerpo de la chica hizo una mueca y se movió extrañamente hacia el adolescente. Sus pies estaban sucios, como si hubiera estado corriendo por el barro, llena de raspaduras por las rodillas y piernas; y el final de su vestido estaba roto y estropajoso.

"Sally": era el nombre cosido en la parte delantera.

-“¿Quieres jugar?”- le preguntó Sally mientras sonreía con los dientes manchados de sangre -“Juega conmigo...”-

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BEN DROWNED.

No sé exactamente si es correcto que cuente estos hechos aquí, pero después de la popularidad que ganó la historia de “Ben Drowned” (también conocida como "El Cartucho Embrujado de Majora's Mask"), creo que debería aclarar algunas cosas. Mi nombre es John Coiffure y conocí a Ben. Estuve bastante tiempo investigando sobre él y sobre lo irreales que parecían los hechos que ocurrieron poco después de su muerte.

Empezaré desde el principio. Tanto Ben como yo teníamos la misma edad y actualmente yo tengo 24 años mientras que él murió a los 13. Nos conocimos a los 10 años, llegamos a ser muy amigos y aunque él era muy tímido nos unía el hecho de que a ambos nos gustaba jugar a videojuegos, entre ellos el juego de The Legend of Zelda: Majora's Mask; este juego es un pilar importante en la historia de Ben, ya que en algún momento llegó a comentarme algo respecto al juego que me hizo sentir muy incomodo.

Ben y yo íbamos a la misma clase, él era un chico rubio, de estatura baja y cuerpo delgado, más bien debilucho, su cabello le rozaba los hombros y sus ojos eran color celeste. No se llevaba bien con la gente debido a su timidez, según todos él era el raro de la clase y tres chicos siempre estaban metiéndose con él, le pegaban o se reían de él a la salida del colegio constantemente.

Algunas veces llegaban a pasarse dejándole heridas más graves que el par de moretones que solían hacerle de costumbre. Sus nombres eran: Jack, un chico delgado pero con músculos marcados, Alex, un niño rellenito que tenía bastante fuerza y por último estaba Matt, se podría decir que él era el líder de la pandilla, el que más molestaba a Ben y le asestaba más golpes. Matt era un año mayor, a diferencia de todos nosotros y estaba en nuestra clase porque había repetido curso; era un niño más alto que Ben, mucho más fuerte y con una cicatriz en el labio de la que solía alardear. Solía decir que esa cicatriz era de una vez que había peleado con un chico de 15 años y que mientras el chico solo le dejó aquella cicatriz, él le había destrozado la cara a puñetazos.

Jack y Alex eran los únicos que le creían a Matt, aunque nadie se atrevía a decirle que aquello era mentira.

Ben estaba harto de la situación que vivía en el colegio, además, su ambiente en casa tampoco era del todo bueno, era hijo de una mujer viuda, ya que su padre murió un el invierno anterior debido a un accidente automovilístico. Aquel día nevó y Ben quería acompañar a su padre a recoger unas cosas del trabajo pero su padre no le dejó porque tenía que ir a clase; poco después le informaron de que el coche de su padre patinó en la nieve hasta estrellarse con un muro.

El padre de Ben falleció con el cráneo aplastado contra el volante. Antes de su muerte, antes de que su padre se fuera, Ben había estado hablando con él sobre los matones del colegio. Después de calmarlo, diciendo que iría al colegio a quejarse, le dijo a Ben: Seguro que esto tiene un final maravilloso, ¿no es así? Le dio un beso en la frente y rió, sin saber que esas serían sus últimas palabras. Su madre se quedó sola con él y sus dos hermanos pequeños y normalmente no estaba en casa porque tenía que trabajar. Los hermanos pequeños de Ben solían quedarse en la escuela hasta las 18:00 o 19:00 de la tarde, ya que el colegio hacía también la función de guardería (siempre y cuando los padres pagaran un cargo adicional). Ben, sin embargo ya era lo suficientemente mayor como para ir a casa y saber cuidar de sí mismo, así que él nunca se quedaba allí.

El día que Ben logró ahorrar el dinero suficiente para comprarse el juego de Majora’s Mask, fue uno de los pocos que verdaderamente le vi sonreír. Recuerdo perfectamente que íbamos al colegio, de repente sacó el cartucho de su bolsillo y con una gran sonrisa me dijo:

"¡Eh John, mira lo que he conseguido!

Me puso muy contento que sonriera, porque nunca lo había visto hacerlo de forma sincera. Honestamente por un momento lo envidié, en mi familia nunca hemos andado sobrados de dinero, así que no pude comprármelo, pero Ben era muy noble y me dijo que me lo dejaría cuando pudiera.

Durante esos días, Ben solo me hablaba del juego. Más de una vez me dijo:

“Ojalá yo fuera como Link, pudiera ser valiente y enfrentarme a esos matones” En estos casos me incomodaba y no sabía qué decirle.

Todos en clase sabíamos lo de los matones, yo quería ayudarle pero no era lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a alguien como Matt.

Unos dos días después, antes de entrar a clase estuve con Ben mientras jugaba Majora’s Mask, recuerdo perfectamente que guardó la partida y dejó de jugar justo en la parte de Skull Kid. Ese mismo día después del descanso entre clase y clase, Ben vino a buscarme desesperadamente porque su juego había desaparecido de su mochila y estaba seguro de que había sido Matt o alguno de sus secuaces. Incluso me dijo que vió a Matt rebuscar en su mochila durante el descanso, acompañé a Ben a la sala de profesores para buscar a nuestra profesora y estuve con él mientras le contaba lo que pasó; después fuimos a buscar a Matt y entramos en una clase vacía. La profesora revisó la mochila de Matt y sacó un cartucho del cual había sido removida la pegatina del juego.

A decir verdad, no sé que hacía yo con ellos, pero a Ben le reconfortaba que su mejor amigo estuviera con él en ese momento. La profesora preguntó a Ben si estaba seguro de que había sido Matt, y él dijo varias veces "¡Yo lo ví!"

Escuché algo que sinceramente hubiera preferido no escuchar: cuando Ben dijo que había visto a Matt, este murmuró: “Ten por seguro que no volverás a verlo”. Lo dijo con una voz tan fría e insensible que se me heló la sangre por un segundo.

Vi de reojo a la profesora y a Ben y me dio la impresión de que no lo habían escuchado, la profesora le devolvió el juego a Ben y tanto ella como Matt se fueron a hablar con el director del colegio. Al parecer, iban a ponerle un castigo pero Ben seguía preocupado de que a la salida de clase le dieran su habitual paliza y le volvieran a robar el juego, así que me pidió que lo guardara y que esa tarde llevara el juego a su casa, que me llamaría al llegar para decirme una hora exacta, yo sin problema alguno acepté.

Al salir de clase, él tomó el camino habitual para ir a su hogar y yo fui a la mía como normalmente hacía. Normalmente Ben llegaba a casa antes que yo, ya que yo tenía que pasar por el trabajo de mi padre para que me diera las llaves de casa y la paliza que los tres matones propinaban a Ben todos los días no duraba más de 10 minutos, me puse a esperar su llamada justo al abrir la puerta, pero no pasó nada.

Pasaron diez minutos, veinte, treinta y no llamaba. Me preocupé. ¿Y si lo dejaron inconsciente? Como ya dije antes, a veces se pasaban. Pero nunca pude imaginar lo que realmente sucedía.

Salí corriendo hacia la casa de Ben con el juego en la mano pero justo antes de llegar, en la orilla del lago que había frente a su casa oí unas risas, algunos gemidos y alguno que otro grito; Ben vivía en las afueras y nadie solía pasar por allí, así que me extrañó escuchar todo eso.

Busqué con la mirada y entonces, lo vi: aquellos matones estaban pateando algo, algo que estaba tirado en el suelo. Después de forzar un poco la vista, vi que era Ben, quien emitía gemidos de dolor y se cubría el rostro con las manos. El miedo me paralizó y me quedé quieto, observando. Vi que Matt cogió un palo de madera y le gritó a Ben:

“Decías que me viste coger tu asqueroso juego, ¿no? Tranquilo, ¡No vas a volver a ver nada!” Entonces alzó la mano e hincó el palo en el ojo derecho de Ben.

No pude contener el gemido y unas lágrimas salieron de mis ojos mientras Matt sacaba el palo y lo clavaba con fuerza en el otro ojo de Ben. Caí de rodillas sobre el asfalto y vomité mientras oía los gritos de desesperación de Ben. Quería acercarme, pero la sensación de miedo que me recorría el cuerpo me lo impedía. Levanté la vista, me sequé las lágrimas y al ver con más claridad, noté que todo estaba lleno de sangre. La ropa de Matt y el rostro de Ben estaban manchados de una sustancia roja que salía a borbotones por sus ojos. Y entonces lo oí. A pesar de estar a 10 metros de ellos, oí a Ben decir con una voz entrecortada:

“No debiste haber hecho eso”.

Matt cogió del cuello a Ben y lo levantó, arrojándolo al lago y poniéndose de cuclillas a su lado.

Tomándolo del cuello, hundió su cabeza en el agua. Matt reía al observar a un Ben sin ojos, con los pulmones llenándose de agua, vi cómo su vida se escapaba por entre sus manos, pero en el rostro de Jack y Alex había una expresión de terror. Les oí decir:

“¡Para! ¡Es suficiente!”. Trataron de pararle pero Matt les propinó una patada a ambos y estos se alejaron de él.

Al poco tiempo de haberlo tenido bajo el agua, diciéndole todo tipo de insultos, Matt le soltó. Se puso de pie y lo miró. Jack y Alex se habían ido, y temiendo que lo viera alguien, salió corriendo. Imagino que iría a su casa, ya que una vez desaparecido de la escena morbosa, no presté atención a donde se dirigía. Me acerqué a Ben con las piernas temblorosas, llorando, y lo sacudí. Le abracé con toda la fuerza que pude y lloré. No sé cuanto tiempo estuve allí, llorando mientras lo abrazaba, solo recuerdo que en todo momento traté de no soltar el juego de Majora’s Mask que aún tenía en la mano. Estuve allí, sollozando hasta que llegó la policía. Una vecina de Ben los había llamado al oír esos gritos en el lago. Y esto no pude perdonármelo jamás, no ayudar a mi mejor amigo es algo con lo que todavía tengo pesadillas.

Me llevaron a casa, y una vez estuve allí, me duché y, mientras me limpiaba la sangre de Ben, me di cuenta de que el cartucho de Zelda también estaba manchado. Se me escaparon unas cuantas lágrimas y lo limpié con un trapo. Debajo de la gruesa capa de sangre, había una palabra escrita: “Majora”. Esa palabra no estaba esa mañana, cuando Ben me dio el juego, pero lo pasé por alto, pues no era lo que más me preocupaba en ese momento. Dejé el juego en la mesita de noche, ya que quería guardar el último recuerdo que tenía de él.

Al día siguiente desperté y el juego no estaba en mi mesilla de noche, y aunque lo busqué no lo encontré por ningún lado, ni mis padres lo habían visto. No quería pensar mucho en el tema, pero me deprimí más de lo que ya estaba por no guardar ningún recuerdo suyo. Los próximos días estuve todo el día dando declaraciones a la policía sobre lo que ocurrió, lo que no me permitió distraerme sobre Ben y todo lo sucedido.

A Matt no le metieron en la cárcel por ser menor de edad, pero planeaban internarlo en un centro de menores. Tres días después, me enteré de su muerte. Decían que los ojos se le salieron de sus cuencas mientras jugaba a un videojuego, The Legend Of Zelda: Majora’s Mask y en la televisión salió una foto del cartucho. ¡Una foto del mismo cartucho que desapareció de mi mesilla de noche días antes, con las mismas letras escritas en él! Ese cartucho desapareció después del crimen. Al oír esto, un sentimiento de terror y de curiosidad me recorrió el cuerpo.

Entonces fue cuando empecé a investigar sobre Ben, y descubrí que tanto Jack como Alex habían muerto de forma similar a Matt. Supe que Ben estaba detrás de todo esto, que tenía ansias de venganza, pero esperaba que fuera a parar tras matar a sus verdugos, aunque para mi desgracia, me equivoqué: hubo más muertes, gente que no tenía nada que ver con lo sucedido. Luego de un tiempo, la masacre se redujo, ya no se cometen con tanta frecuencia. Logré hablar con gente y me describieron cómo era el juego y en qué se diferenciaba del original. A Ben le gustaba jugar con sus mentes, quería que sintieran miedo. Alguien que tenía el juego, me dejó jugar una vez. Miré la partida vacía. Si no hubiera pasado aquello, mi nombre estaría ahí, y debajo el de Ben. Conforme pasaban las pantallas, me di cuenta de que en una parte decía:

“Te has topado con un terrible destino, ¿verdad?” Eso me recordó a esa historia que me contó con lágrimas en los ojos, la de la charla antes de que su padre haya salido de casa para encontrarse con un destino mortal.

Hubo una parte, que según me dijeron, no les salió a los demás jugadores. Solo a mí. Cuando Link se quemaba, abajo aparecía un diálogo, donde ponía:

“Aunque no me hubieras ayudado, no te guardo rencor, amigo” Esta parte hizo que se me empaparan los ojos.

Quizás vosotros penséis que mis reacciones eran demasiado sentimentales, pero no es fácil ver a tu mejor amigo morir cuando solo tienes 13 años.

Las muertes causadas por el juego había llegado a su fin pero de vez en cuando, Ben cometía algún crimen a través de él. El anciano que vendió el juego al usuario que lo compró, era el abuelo de un niño ahora muerto. El niño dejó el juego en su casa, y quería irse de allí para no recordarlo más, además de vender alguna que otra de sus pertenencias. Logré hablar con el anciano, siguiendo la pista del juego.

No puedo dejar de pensar qué podría haberle salvado, podríamos haber seguido jugando juntos, pero no. A pesar de eso, después de 13 años, me he dado cuenta de que no puedo seguir viviendo con esta culpa que llevo en la espalda, me está comiendo por dentro. Pero antes de precipitarme a la muerte y acabar con esto de una vez por todas, sentía la necesidad de aclarar la historia de Ben, el amigo al que nunca pude salvar.

El amigo del que pude evitar su muerte, pero no lo hice por miedo.

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